Te comprendo... me hiciste recordar una parte de mi querido libro EL PRINCIPITO... único principe en el cual creo.
El principito llega al planeta habitado por el hombre de negocios. Éste le recibe molesto, porque odia las interrupciones. Está muy ocupado contando las estrellas, aunque en el fondo las desprecia porque no son más que “unas cositas doradas que hacen desvariar a los holgazanes”. El impertinente principito le pregunta que qué hace con ellas:
-¿Que qué hago con ellas? -Sí. -Nada. Las poseo. -¿Que las estrellas son tuyas? -Sí. -Yo he visto un rey que... -Los reyes no poseen nada... Reinan. Es muy diferente. -¿Y de qué te sirve poseer las estrellas? -Me sirve para ser rico. -¿Y de qué te sirve ser rico? -Me sirve para comprar más estrellas si alguien las descubre.
"Este, se dijo a sí mismo el principito, razona poco más o menos como mi borracho".
No obstante le siguió preguntando :
-¿Y cómo es posible poseer estrellas? -¿De quién son las estrellas? -contestó punzante el hombre de negocios. -No sé. . . De nadie. -Entonces son mías, puesto que he sido el primero a quien se le ha ocurrido la idea. -¿Y eso basta? -Naturalmente. Si te encuentras un diamante que nadie reclama, el diamante es tuyo. Si encontraras una isla que a nadie pertenece, la isla es tuya. Si eres el primero en tener una idea y la haces patentar, nadie puede aprovecharla: es tuya. Las estrellas son mías, puesto que nadie, antes que yo, ha pensado en poseerlas. -Eso es verdad -dijo el principito- ¿y qué haces con ellas? -Las administro. Las cuento y las recuento una y otra vez -contestó el hombre de negocios-. Es algo difícil. ¡Pero yo soy un hombre serio!
El principito no quedó del todo satisfecho.
-Si yo tengo una bufanda, puedo ponérmela al cuello y llevármela. Si soy dueño de una flor, puedo cortarla y llevármela también. ¡Pero tú no puedes llevarte las estrellas! -Pero puedo colocarlas en un banco. -¿Qué quiere decir eso? -Quiere decir que escribo en un papel el número de estrellas que tengo y guardo bajo llave en un cajón ese papel. -¿Y eso es todo? -¡Es suficiente!
"Es divertido", pensó el principito. "Es incluso bastante poético. Pero no es muy serio".
El principito tenía sobre las cosas serias ideas muy diferentes de las ideas de las personas mayores.
-Yo -dijo aún- tengo una flor a la que riego todos los días; poseo tres volcanes a los que deshollino todas las semanas, pues también me ocupo del que está extinguido; nunca se sabe lo que puede ocurrir. Es útil, pues, para mis volcanes y para mi flor que yo las posea. Pero tú, tú no eres nada útil para las estrellas...
El hombre de negocios abrió la boca, pero no encontró respuesta.
Sabes que siempre estoy aquí, incluso cuando no me veas. Ro'
5 comentarios:
Te comprendo... me hiciste recordar una parte de mi querido libro EL PRINCIPITO... único principe en el cual creo.
El principito llega al planeta habitado por el hombre de negocios. Éste le recibe molesto, porque odia las interrupciones. Está muy ocupado contando las estrellas, aunque en el fondo las desprecia porque no son más que “unas cositas doradas que hacen desvariar a los holgazanes”. El impertinente principito le pregunta que qué hace con ellas:
-¿Que qué hago con ellas?
-Sí.
-Nada. Las poseo.
-¿Que las estrellas son tuyas?
-Sí.
-Yo he visto un rey que...
-Los reyes no poseen nada... Reinan. Es muy diferente.
-¿Y de qué te sirve poseer las estrellas?
-Me sirve para ser rico.
-¿Y de qué te sirve ser rico?
-Me sirve para comprar más estrellas si alguien las descubre.
"Este, se dijo a sí mismo el principito, razona poco más o menos como mi borracho".
No obstante le siguió preguntando :
-¿Y cómo es posible poseer estrellas?
-¿De quién son las estrellas? -contestó punzante el hombre de negocios.
-No sé. . . De nadie.
-Entonces son mías, puesto que he sido el primero a quien se le ha ocurrido la idea.
-¿Y eso basta?
-Naturalmente. Si te encuentras un diamante que nadie reclama, el diamante es tuyo. Si encontraras una isla que a nadie pertenece, la isla es tuya. Si eres el primero en tener una idea y la haces patentar, nadie puede aprovecharla: es tuya. Las estrellas son mías, puesto que nadie, antes que yo, ha pensado en poseerlas.
-Eso es verdad -dijo el principito- ¿y qué haces con ellas?
-Las administro. Las cuento y las recuento una y otra vez -contestó el hombre de negocios-. Es algo difícil. ¡Pero yo soy un hombre serio!
El principito no quedó del todo satisfecho.
-Si yo tengo una bufanda, puedo ponérmela al cuello y llevármela. Si soy dueño de una flor, puedo cortarla y llevármela también. ¡Pero tú no puedes llevarte las estrellas!
-Pero puedo colocarlas en un banco.
-¿Qué quiere decir eso?
-Quiere decir que escribo en un papel el número de estrellas que tengo y guardo bajo llave en un cajón ese papel.
-¿Y eso es todo?
-¡Es suficiente!
"Es divertido", pensó el principito. "Es incluso bastante poético. Pero no es muy serio".
El principito tenía sobre las cosas serias ideas muy diferentes de las ideas de las personas mayores.
-Yo -dijo aún- tengo una flor a la que riego todos los días; poseo tres volcanes a los que deshollino todas las semanas, pues también me ocupo del que está extinguido; nunca se sabe lo que puede ocurrir. Es útil, pues, para mis volcanes y para mi flor que yo las posea. Pero tú, tú no eres nada útil para las estrellas...
El hombre de negocios abrió la boca, pero no encontró respuesta.
Sabes que siempre estoy aquí, incluso cuando no me veas.
Ro'
Un abrazo fuerte amigaza ♥!
uy! amar como a las estrellas... yo las adoro pero no conozco el calor de su abrazo... saludos
Ese amor es doloroso, pero es hermoso. Me tocó vivirlo todo un año pero al final el amor triunfó.
no pierdas las esperanza...
un beso!
Muy bello poema.
Me recuerda la canción de Víctor Manuelle.
Las estrellas a veces se caen cuando se le tiran buenas piedras.
Saludos
Ay ... eso lo conozco.
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